Por Roberto Espinosa - Redacción de LA GACETA
Como toda música popular, a lo largo de sus historia, tuvo sus vaivenes de esplendor y abulia. Pero también de reverdecimiento. La muerte de Astor Piazzolla abrió caminos de transición, de búsqueda. A varios compositores les cuesta aún desprenderse de la fuerte herencia piazzolleana, pero otros parecen ir encontrando su lugar bajo el sol. Violinista de formación clásica y de largo recorrido junto a figuras del tango, Ramiro Gallo se hizo conocido con su quinteto.
En esta oportunidad, regresa al disco con la Orquesta Arquetípica, con la que enlaza el pasado con un presente que mira hacia el futuro. Cuenta con la apoyatura en algunas piezas -todas de su autoría- de Leopoldo Federico y Víctor Lavallén en bandoneón y de los cantantes Lidia Borda y Ariel Ardit. En algunos temas, el dos por cuatro bien marcado se da un abrazo con aires a lo Osmar Maderna y los del mismo Gallo, que se aprecian con nitidez en las cuatro páginas que integran Proyecto tango. Seguramente, es difícil todavía para esta nueva camada de talentosos tangueros decir: "De este Piazzolla no he de beber", porque por alguna ventana se cuelan sus genes, pero Ramiro Gallo va alcanzando una voz propia. Su música tiene el sonido de Buenos Aires, con un aroma romántico, de ensoñación, de poesía. La Arquetípica suena compacta, muy musical, con variados matices. El CD de este santafesino de veras, que dedica además un sentido tango a la memoria de Jorge Luis Borges (Tu noche amarilla), invita a ser escuchado, arropado en la nocturnidad de los buenos momentos.